viernes, 15 de noviembre de 2019

EL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO Y LA ESTRATEGIA DEL NEOCOLONIALISMO


Tanto en Bolivia como en Chile las sectas religiosas dependientes del imperialismo yanqui se alinean con las fuerzas más oscuras y reaccionarias. El imperio ha apostado por el fundamentalismo religioso como reclutador de fuerzas de choque locales, para no tener que gastar millones en traslados de tropas invasoras.
El Oriente sigue sacudido, secuestrado o extorsionado por el fundamentalismo islámico, el mismo que, por ejemplo, le sirvió al imperio para movilizar mercenarios y derrocar a Gadafi. Desde Alqaeda y los talibanes hasta el Estado Islámico, siguen el bastón de mando del gran capital monopólico que ambiciona el control total del petróleo. Como no pueden introducir el islamismo aquí en América Latina, invirtieron millones en sectas religiosas evangélicas, mormonas y similares: el fundamentalismo cristiano a órdenes de la CIA.
Esto, porque la iglesia católica le jugó una deslealtad peligrosa con la Teología de la Liberación, a la cual el imperio le opuso un Papa polaco en plena Guerra Fría que oficializó al Opus Dei en oposición a los “curas comunistas”. Lo peor que le pudo pasar al imperio fue que el mismo Papa polaco, reaccionario y anticomunista, se rebelase en sus últimos años y pidiese la condonación de la deuda externa a países pobres (Jubileo 2000), además de dialogar con Fidel Castro y oponerse al embargo contra Cuba. Los servicios de inteligencia del imperio tenían un as bajo la manga: informes, grabaciones y audios de la corrupción e inmoralidad de los curas pederastas. Así se bajaron la campaña del milenio contra la deuda externa. Domesticada nuevamente la casa católica, no ofrecía tantas garantías como la expansión evangélica.
En nuestro país las sectas evangélicas más poderosas toman posesión de grandes locales, usan estadios, como el de San Marcos, eligen sitios estratégicos para edificar sus casas de oración y sobre todo visitan domicilios puerta por puerta como llevando la cuenta donde es bien o mal recibido su mensaje. Antes lo hicieron los mormones caminando calles, tocando puertas y construyendo mega-propiedades en zonas urbanas estratégicas. La grosera abundancia de recursos no se debe al diezmo, obviamente.
Pero, ¿cuándo empezaron los evangélicos a involucrarse en política nacional? En 1990 dieron su respaldo a la candidatura de Fujimori, causando seria inquietud en el monseñor católico Augusto Vargas Alzamora. Esa preocupación llevó al purpurado a ocultarse en la maletera de un auto para visitar al candidato contrario: Mario Vargas Llosa. Y sacó la imagen del Señor de los Milagros, la Virgen María y Santa Rosa de Lima a pasear por la ciudad en pleno periodo electoral, como quien siente amenazado su espacio. En 1992 las vírgenes lloraron, solo en casas de familias fujimoristas. ¿Qué pasa que ya no lloran? Recuérdese que los evangélicos no creen en la santidad de María, tampoco en ídolos de barro.
Y ahora los evangélicos chilenos respaldan a Piñera, como también están totalmente involucrados en el golpe contra Evo Morales en Bolivia y gozan de la presidencia en Brasil: el infame Bolsonaro. Hace algunos años los fatuos progres nos consideraban “conspiranoicos” cuando denunciábamos la penetración ideológica del imperialismo a través de sectas religiosas. Esperamos que con estas muestras nadie vuelva a dudarlo. Salute. (DC)

domingo, 10 de noviembre de 2019

¡BIEN POR EVO!... VAMOS POR MÁS.

Frente a la actitud provocadora de la ultraderecha y sectores golpistas en Bolivia, Evo Morales ha optado por convocar a nuevas elecciones. Bien por Evo. Renuncia así a la táctica represiva y al terrorismo de estado, para no asemejarse a Piñera en Chile. La continuidad del proceso que ha cambiado a Bolivia, debe garantizarse y si los nuevos comicios tienen como testigos a la comunidad internacional, serán inobjetables. Eso ya se hizo en Venezuela, con testigos de todos los organismos internacionales. Se acusa a Evo de querer perennizarse, pero detrás de la acusación de reeleccionismo están los intereses de grandes transnacionales que no pueden con Evo deshuesar a Bolivia para devorarla en partes.

Gracias al proceso liderado por Evo, Bolivia nunca será otra vez la pariente pobre del Continente. Por eso el imperialismo tiene que esforzarse en tumbar el andamiaje más sólido de la izquierda sudamericana. La experiencia boliviana arrojó cifras en azul, cuando los izquierdismos “realmente existentes” nos habían acostumbrado a la hiperinflación y a la escasez. Bolivia, por su eficacia económica, era el ejemplo peligroso que el imperialismo debía liquidar. ¿Y de qué se agarran? De una frivolidad como el sacrosanto principio democrático-burgués de alternancia en el poder. O sea, de una razón superestructural.

La sola alternancia en el poder no garantiza más democracia. Hay líderes que a pesar de su oposición son obligados por sus bases a reelegirse y eso es lo que pasó con la candidatura de Evo: el movimiento indígena quería que continuase el gobierno en manos de un indígena; y no de cualquier indígena, sino de uno que había demostrado capacidades, honradez y absoluta consecuencia. El movimiento indígena rechazó la candidatura de García Linera “por no ser indígena”, como si eso fuese un baldón, una afrenta a lo que ya se había conseguido. La democracia liberal, tal como está basada en la libre competencia y la libre oferta y demanda, en una sociedad donde hasta el cónyuge es un fusible cambiable, colisionó con la concepción tradicional del liderazgo indígena. Lo hizo adrede: ganar la atención mundial y calumniar a Evo de “dictador altiplánico” y re-re-reeleccionista como Fujimori.

La exportación del terror ultraderechista se inició en países de Europa del Este, fomentando el enfrentamiento de masas contra masas. Ya no se disputaría el territorio, sino a la población. La organización de la violencia antigubernamental, únicamente para atentar contra gobiernos de izquierda o para quien disienta del mandato imperialista, tiene redes internacionales y centrales regionales en comunicación constante con la CIA. La conspiración internacional derechista existe. La internacional del terror ultra derechista existe. La oposición violenta contra la reelección de Evo Morales no fue fruto del espontaneísmo antiautoritario. Hay de por medio muchos intereses: la privatización de empresas y bienes públicos, el extractivismo inmisericorde, las concesiones mineras a monopolios delincuenciales, la recuperación del cacicazgo del BM y del FMI que fueron expulsados de Bolivia, etc. Eso es lo que está en juego y no la simple reelección.

La atención de los ultraderechistas neoliberales y reaccionarios de todo pelaje se ha centrado en Bolivia, pues no les conviene que la propaganda de la insurgencia chilena ni la liberación de Lula ni el fin de Macri ni los triunfos electorales de izquierdas en diferentes partes del continente demuestren la caída global del neoliberalismo. Un orden económico se cae a pedazos bajo la presión de las masas en muchos países, pero ellos tienen solo atención para Bolivia, porque se estaría conjurando la dictadura de una sola persona. El peor desastre internacional de la derecha es la catástrofe en que terminó la oposición venezolana financiada por los grandes monopolios de hidrocarburos y que no pudo ser alternativa, en ninguno de los terrenos, al gobierno de Nicolás Maduro. Ni con la guerra económica y la escasez generada por el imperialismo, el terror antichavista ha podido parir un liderazgo serio y confiable.

Regresemos a Bolivia: Evo Morales debe prepararse a un nuevo triunfo no de una persona sino de una causa. Esa causa, la de los pueblos que luchan por su liberación, puede triunfar electoralmente mediante un proceso serio, transparente y fiscalizado por observadores internacionales confiables erga homnes. El movimiento indígena es vital para la nueva Bolivia que se empezó a construir con Evo, pero debe pensar en que la pureza de sangre o el color de piel no son garantías suficientes de la continuidad del proceso. Eso nada más: se busca garantizar la firme continuidad de un proceso. Si las masas indígenas y no-indígenas apuestan nuevamente por Evo, bienvenido sea. Los liderazgos de largo aliento son objetables por el imperialismo y sus agencias, porque en la volatilidad o fragilidad de la dirección revolucionaria está la clave del triunfo reaccionario. Y mucho más en la división del movimiento popular.

Quienes hemos visto de cerca y por décadas la evolución del movimiento popular en Bolivia, sabemos que lo más difícil fue su unidad. Parecía que la maldición boliviana era su constante micro fragmentación. La era de Evo Morales fue y es la era de la unificación de los pobres que considerábamos imposible en Bolivia. Evo es unidad. Evo es identidad. Por esas y otras razones, el terrorismo ultraderechista buscará atentar contra la vida de Evo, así como ya atentó contra sus familiares y escasas propiedades rústicas de ellos. Ya que no les funcionó provocar el autoritarismo, ahora buscarán azuzar la violencia de masas contra masas y el magnicidio. Nuestra solidaridad plena con quienes en Bolivia combaten y defienden el proceso, porque de ellos depende el triunfo en los próximos comicios. ¡Venceremos!

martes, 8 de octubre de 2019

¿CANDIDATO YO?... NO SEÑOR: LA PLATA MANDA


La legislación electoral heredada de Fujimori y Montesinos garantizaba la partidocracia por encima de los ciudadanos. Este sistema hizo de la política un mercado donde todo se compra y todo se vende. En ese mercado, las virtudes y valores que debían acompañar a los “padres y madres de la patria” no tenían importancia. Si a usted le enseñaron a decir la verdad, a no robar, a rendirle culto al trabajo, etc., tenía que aprender a hacer todo lo contrario para sintonizar con la “realpolitik”,  como le llaman algunos huachafos.

La nueva legislación no tiene mucho en qué diferenciarse, porque el sistema electoral sigue siendo el mismo. Nada impide que sectores empresariales, narcotráfico, minería ilegal, monopolios, etc., financien las campañas de quienes deberán representar sus intereses en el próximo congreso. Y nada impide que el dueño de la caja del partido, como también el dueño de la inscripción, le imponga sus condiciones a quienes carecen de ambas. Esto no es muy democrático que digamos.

Problema mayor es para quienes se oponen al sistema y no serían financiables por los monopolios. Pero en este sector, también se reproduce la farsa. En una reunión de políticos de izquierda se pueden llegar a grandes acuerdos, excepto en el gasto. El aporte individual de cada candidato de izquierda a la campaña, es más importante que aquellos a quienes representa. La plata manda.

Los “líderes” son señores feudales que administran sus partidos como los gamonales administraban el agua en un célebre cuento de J.M. Arguedas (“Agua”). A los indios genuflexos y obedientes les corresponde una cuota generosa para regadío, pero a los indios rebeldes ni gota. Los partidos “realmente existentes” (léase: inscritos) tienen caudillos que han amaestrado a sus respectivas clientelas y defenestrado a quienes puedan disentir de los resultados de su indiscutible mediocridad. Por eso es que ahora no prosperan las elecciones ciudadanas abiertas para armar listas de candidatos.

Es gracioso, en ese contexto, ver la disputa entre absurdas egolatrías. Hay quienes creen que tienen posibilidades presidenciales, cuando en realidad jamás serían elegibles. Personajes grises sin carisma, sin discurso, sin historial significativo, actúan desde la izquierda como si fuesen los legítimos portaestandartes de un pueblo que, en lo que va del siglo, no ha parado de luchar. Los sectores sociales en lucha deberían disfrutar del derecho de elegir y tener la posibilidad de ser elegidos.  La militancia de base, los colectivos que se adhieren a un frente, deberían disfrutar de los mismos derechos. Pero la plata manda.

Para que ya no se repita la mercantilización de la política electoral, sería necesaria una transformación profunda de las reglas de juego. La legislación obliga a que los partidos tengan una existencia real, vida orgánica, militancia inscrita, etc. Eso es razonable. Pero la legislación permite que la dictadura de los que más tienen domine a los partidos. Entonces la participación popular masiva, dentro de los propios cánones de la democracia representantiva, se hace imposible.

En los sistemas electorales más avanzados de nuestro continente, el estado tiene la responsabilidad económica de las campañas electorales de los diferentes partidos. A igualdad de recursos, igualdad de oportunidades. Así se evita que los monopolios y el crimen organizado tengan injerencia directa en la vida orgánica de los partidos. Y así se evitaría que tengamos que agradecerles genuflexamente a los señores feudales por prestarnos o arrendarnos su inscripción. Se eliminaría la cuota personal que se exige a cada candidato congresal para que autofinancie su propaganda, como si fuese una inversión particular que luego se recuperará. El secreto de la transparencia es acabar con el negocio lucrativo para darle pase a la participación ciudadana. Luego hablaremos del salario mínimo vital para los congresistas, lo que es un clamor popular.


lunes, 20 de mayo de 2019

Abraham Valdelomar: el político de banderías


A Abraham Valdelomar se le considera poeta, periodista, narrador, pero no abundan comentarios de su carrera política. Pocos lo imaginan en 1912 armado de un revólver y a la cabeza de más de setecientas personas, abortando centros de votación para impedir el fraude electoral. Estuvo con Billingurst, en plena república aristocrática, siendo lo más progresista en ese Perú oligárquico, quien convocó el respaldo de las asociaciones de artesanos, sindicatos, clubes obreros y gremios de empleados.

Valdelomar saltó del periodismo crítico y corrosivo a la política, acrobacia profesional  ya frecuente en la democracia contemporánea. Además de sus dotes literarias, le acompañó el talento de la oratoria. Quienes especulan que el “Conde de Lemos” tuvo solo intereses de autorrealización, poco conocen de él. Impregnado de un justo reclamo provinciano contra el centralismo limeño, también evidenciaba su apasionado fervor por los de abajo.

Tal vez el ciclo más interesante en su biografía sea el del orador itinerante, quien de provincia en provincia, en 1919, cosecha aplausos de distintos auditorios, fustigando a los jerarcas  responsables de la catástrofe nacional. Sabe interpretar el sentir de los clubes de trabajores y sindicatos, así como al público que añora las provincias usurpadas en la Guerra del Pacífico, y que aplauden cuando se refiere al arcaico poder de generales y terratenientes acusándolos de “ignorantes”. ¿Qué hay de nuevo en él? El afecto que solo un poeta podía imponerle a sus palabras, la entonación emotiva y el compromiso sincero con el destino del país.

Atento a la prédica de Manuel Gonzáles Prada y horizontalizando la relación entre trabajadores manuales e intelectuales, se referirá a sí mismo como un peón sin títulos ni pergaminos: “En esta obra que hemos emprendido los jóvenes de esta generación, apenas si me toca a mí un simple papel de obrero. Simples obreros somos todos los que estamos soñando con la futura grandeza de la patria naciente”.

Y en el Cuzco fustigó a la feudalidad retardataria: “…la juventud que represento condena solemnemente el cri­men de lesa humanidad que se llama el gamonalismo, es­te maldito gamonalismo que permite que los indios se al­coholicen, que la raza haya degenerado hasta el punto en que la vemos hoy... que ha convertido al hombre en una especie que fluctúa entre el esclavo y la llama...un retro­ceso hacia la barbarie...la esclavitud en el siglo veinte; el gamonalismo, que es una mancha para el universo des­pués que se acaban de sacrificar en Europa más de diez millones de hombres por la libertad del universo.”

Frente a la tiranía feudal, Valdelomar denuncia que la propiedad terrateniente es producto del despojo contra las comunidades: “Sólo así se explica que en ciertas poblaciones de la sierra como Ayaviri, que apenas tienen trescientos habitantes, hayan establecidos confortablemente un juez, un conjuez, un fiscal, tres escribanos y dieciocho defensores, todos abogados de la universidad de Arequipa. El resultado es palpable. Al cabo de seis años la propiedad privada ha pasado del poder de los indígenas al poder de los docto­res por medio de recursos, demandas, citaciones, alguaci­les, escribanos y comparsas”.

Iba dejando atrás la pose aristocratizante, cediendo a la nostalgia del terruño y al calor de las muchedumbres. José Carlos Mariátegui  escribe en sus célebres Siete Ensayos: “Valdelomar, sin embargo, había evolucionado. Un gran artista es casi siempre un hombre de gran sensibilidad. El gusto de la vida muelle, plácida, sensual, no le hubiera consentido ser un agitador; pero, como Óscar Wilde, Valdelomar habría llegado a amar el socialismo. Valdelomar no era un prisionero de la torre de marfil. No renegaba su pasado demagógico y tumultuario de billinghurista. Se complacía de que en su historia existiera ese episodio. Malgrado su aristocratismo, Valdelomar se sentía atraído por la gente humilde y sencilla.  (…) Ante un auditorio de obreros, pronunció en algunas ciudades del norte durante sus andanzas de conferencista nómade, una oración al trabajo. Recuerdo que, en nuestros últimos coloquios, escuchaba con interés y con respeto mis primeras divagaciones socialistas. En este instante de gravidez, de maduración, de tensión máximas, lo abatió la muerte”.  Aceptemos que fue un salto audaz entre su etapa cosmopolita, hedonista y wildeana hacia una meta imposibilitada por su sorpresiva muerte, en pleno triunfo de su candidatura parlamentaria.

La calidad de la poesía y sobre todo de la narrativa de Abraham Valdelomar se nutre de las venas del arte popular, del escenario aldeano costeño, donde la cercanía del mar como fuente de vida y del campo agrícola es sumamente estrecha. No se trata de un narrador aristocrático, sino de un prolífico escritor del pueblo con pose aristocratizante. Al tomar como suyas las actitudes de la oligarquía, las ridiculiza. Esta actitud desafiante rompe en fragmentos la imagen de la clase dominante, tal como ella se ve a sí misma en un imaginado espejo. Los enemigos de Valdelomar no se reclutarán de las filas del pueblo, sino de los sectores más conservadores y reaccionarios. Sus pasos lo habrían conducido inevitablemente a las filas del socialismo, tal como dice el Amauta Mariátegui. Quizá no sería el socialista ideal, disciplinado y clandestino, pero sí una voz autorizada que desde el mundo del arte y la literatura proclamase el nuevo amanecer de un mundo más justo e igualitario.