La izquierda en los años 80’ empezó a cosechar sus mayores triunfos electorales en el campo municipal. Desde ese hito se volvió importante políticamente y saltó de la palestra sindical, a la cual se encontraba reducida, a los gobiernos locales donde pudo demostrar capacidad para gobernar y honradez.
¿Es la gestión municipal una garantía para el buen gobierno de todo el país? Proponemos la reflexión siguiente: quien no puede con un municipio, menos podrá con un país entero. La política se aprende de lo menos a lo más, desde el centro federado de una universidad hasta la federación de la misma, desde el gobierno municipal al gobierno regional, y desde ambos hasta la presidencia de la república. Sabemos que no siempre es así y por eso suceden tantos gobiernos fallidos.
Nos interesan los
gobiernos locales y regionales porque desde allí podemos “democratizar la
democracia”, con perdón de la redundancia. Pensamos siempre en oponer la
democracia participativa o democracia directa de masas a esta absurda
“democracia representativa” con la que hoy nos subordinan.
LA DEMOCRACIA BURGUESA HA FRACASADO
La democracia liberal,
tal como fue diseñada como mecanismo de opresión de clase, ha culminado su ciclo
histórico sin saldos positivos. Ya no da más el modelo. No pretendamos cargar
con un cadáver pestilente y ajeno. Quienes deben llorar sobre su féretro son
aquellos que lo prestigiaron como el único modo de hacer política. La
democracia liberal ha fracasado en toda América Latina, continente donde sus
más ardorosos defensores la sustituyen por dictaduras según su conveniencia. Es
obvio que necesitamos otra democracia y las izquierdas deberían reflexionar
acerca de una mayor elaboración de la propuesta alternativa, porque tendrá que
ser compartida incluso con sectores que no coinciden con nuestro programa
estratégico.
Hemos escuchado las
voces ardorosas que reclaman la construcción del poder popular, pero no oímos a
los dirigentes hacer pedagogía más allá del eslogan. Damos por demostrado que
las dirigencias hace décadas que no hacen pedagogía, habiendo caído en el
caudillismo más elemental. Para diferenciarnos de los autores de la
despolitización dentro de las izquierdas, sustentemos la consigna de poder popular
y sobre todo del método para construirlo.
MUNICIPALIZAR LA TÁCTICA ELECTORAL EN FUNCIÓN
DEL PODER POPULAR
La municipalización de
la táctica electoral de la izquierda, es el primer paso. Cada vez que hay una
coyuntura electoral, empieza la competencia fratricida entre ególatras y
sectarios que se disputan los mejores lugares para el parlamento y también se
atropellan los que quieren ser candidatos presidenciales. Con ese método
venimos fracasando ya mucho tiempo. Hay que invertir el esquema y empezar por
donde se tiene eficaz contacto con la
población y sobre todo por donde hay instrumentos
para generar una democracia participativa. Los municipios, una vez elegidos,
tienen que convocar a elecciones para los espacios de participación ciudadana.
Las izquierdas siempre están ausentes de estos pequeños comicios ignorando que
esos espacios de participación ciudadana son un buen comienzo para la
construcción de los órganos de poder popular, sin descontar que las
municipalidades tienen también la facultad de convocar a cabildo abierto. Si no
conquistamos la dirección del municipio, podemos generar una presencia
vigilante de la oposición a través de estos espacios.
Las cuentas son
millonarias en elecciones parlamentarias y presidenciales, pero son modestas en
elecciones locales y además requieren de menos requisitos de inscripción. La
estrategia desmovilizadora heredada de Fujimori-Montesinos ha dedicado sus
mejores esfuerzos para cerrarle a las masas populares
el camino al
parlamento y a la presidencia. Si no tienes harta plata, no tienes derecho de
hacer política. Pero no ocurre así en las justas municipales.
LA IMPORTANCIA DE LOS FRENTES DE DEFENSA
El segundo paso es la
constitución de formas unitarias locales con carácter de frente único. La municipalización
de la táctica electoral no releva a las izquierdas de su responsabilidad sobre
la construcción de frentes de defensa regionales y locales. Cuando la dictadura
militar del gral. Morales Bermúdez aplicaba aquí el Plan Cóndor, la izquierda
supo unirse en los frentes de defensa y se produjeron paros regionales que
desestabilizaron al totalitarismo fascista. Pero mientras más electoreras se
volvieron las cúpulas partidarias, menos atención prestaron a la constitución
de estos órganos de masas. La democracia directa de masas o democracia
participativa se empezó a gestar desde el espacio sindical al espacio barrial y
desde ambos hacia el espacio regional, cuando no había posibilidades de
elecciones al parlamento y mucho menos a la presidencia. En síntesis: no
necesitamos de la democracia liberal si nos dedicamos a construir el poder
popular.
¿Qué requerimos para
esta gran tarea? La unidad más amplia de las izquierdas solo se puede construir
mediante un camino de renuncias a los apetitos personales y grupales, poniendo
un freno al sectarismo y al canibalismo. La izquierda tiene que recuperar el
carácter de clase y alejarse de los cenáculos de la burguesía que no solo
entorpecen su accionar sino que degeneran al militante. Ejemplos sobran. La
domesticación de los políticos le cuesta mucho dinero a la clase dominante y el
resto lo hace la corrupción. Suele decirse cuando algún izquierdista conquista
una curul en el parlamento: “ya lo perdimos”.
APRENDAMOS DE NUESTROS ERRORES
El último ejemplo ha
sido aleccionador. Pedro Castillo concentró una importante votación en segunda
vuelta y creímos que la izquierda iba a gobernar. Pero, al margen de la
ineficiencia demostrada, la izquierda tenía una tarea fundamental para prevenir
la amenaza del golpismo: ganar las elecciones municipales y regionales. Es
harto conocido que los gobernantes de izquierda son maniatados por parlamentos
de derecha, en toda Nuestra América. Por lo tanto, le cabe a esa izquierda
amenazada la tarea de constituir otro “parlamento” desde el cual las masas
puedan defender su decisión haciendo política de muchedumbres. Pero los dos
partidos izquierdistas inscritos no escucharon este llamado, no lo quisieron
siquiera poner en agenda, y compitieron entre ellos. No le tomaron importancia
a la consigna de poder popular y ni siquiera a la de municipalizar nuestra
táctica electoral. Con esta lección
estamos a tiempo de corregir y enmendar los errores del pasado trazándonos una
verosímil conquista del porvenir.
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