lunes, 22 de agosto de 2011

LA UNIVERSIDAD CATÓLICA NO DEBE CAER EN MANOS DE CIPRIANI


Los que nos hemos formado en las aulas de la Pontificia Universidad Católica (PUCP) no podemos mantenernos atónitos frente a las pretensiones del Vaticano por apoderarse de su dirección. Allí nos formamos, allí aprendimos a tener un espíritu crítico, innovador y humanitario. La iglesia católica de hoy no es precisamente un dechado de virtudes.

Y usted me dirá: ¿cuándo lo fue? Le respondo: desde el imperio reaccionario de Juan Pablo II°, la iglesia católica retrocedió hacia el oscurantismo medieval, perdiendo aquel buen aire con que la oxigenó la Teología de la Liberación. Karol Wotjila oficializó al Opus Dei y nutrió la burocracia vaticana con elementos de esa organización ultraconservadora. El cardenal Juan Luis Cipriani es prosélito de esa mafia y también fue el capellán más perverso de la dictadura de Fujimori y Montesinos.

¿Quién decidirá el futuro de la PUCP? La respuesta es fácil de entender y aceptar: la asamblea universitaria, según la ley nacional universitaria y según los estatutos de la misma universidad. En otras palabras, así el protector de pederastas y ex -nazi que gobierna hoy el estado Vaticano emita una bula papal, ésta no puede pasar por encima de la legislación interna del estado peruano.

¿Puede perder nuestra alma mater la calidad de “pontificia”?... Por supuesto que sí y aun conservando, con toda libertad y derecho, la denominación de “universidad católica”. Hoy a nadie le quita el sueño perder esa calidad pontifical. Sería como si este cardenal pecaminoso me amenazara de excomunión. Le respondería: es todo un honor ser excolmulgado, eso significa que hemos deslindado campos y no de cualquier forma.

Concluyamos en que los curas no han hecho de la PUCP el pulmón intelectual que hoy es. La afluencia de estudiantes a este centro de estudios superiores, no se ha dado por la abundancia de sotanas en sus pasillos. Los deseos de un joven por ingresar a la PUCP se deben a una tradición de enseñanza con calidad que no fue hecha ni sostenida ni fomentada por la iglesia. Esa educación de calidad fue fruto de mentes libres que desafiaron siempre toda posición conservadora.


EL OBJETIVO ES POLÍTICO: LA DOMINACIÓN IDEOLÓGICA DE LA PUCP

Ya lo confesaron hoy: quieren el control ideológico, pues no sólo lo vienen perdiendo en sus parroquias donde la hemorragia de fieles migra masivamente hacia el evangelismo, sino en sus propios centros de estudios.

Recordemos que la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) fue presidida por Salomón Lerner Febres, rector de la PUCP. Que una buena cantidad de investigadores sociales que se dieron a la búsqueda de responsabilidades durante la guerra sucia, son egresados de la PUCP. Precisemos que el grupo Colina, el ex dictador Alberto Fujimori y su inefable asesor Vladimiro Montesinos, salen muy mal parados en las investigaciones de la CVR. Pues la condena al fujimontesinismo por sus crímenes de lesa humanidad, no sólo preocupa al cardenal de la dictadura, sino que indirectamente lo condena. Quien cuando fue obispo de Ayacucho sentenció que “los derechos humanos son una cojudez”, luego sirvió de mensajero de los militares que perpetraron la operación Chavín de Huantar, el rescate de los rehenes en la casa del embajador japonés Morihisa Aoki, donde no hubo ni prisioneros, ni heridos ni rendidos. O sea, el cura que metió micrófonos en las biblias, en los crucifijos, en las imágenes de Cristo, y que por ello facilitó el rescate con masacre incluida, luego fue solicitado ante el Vaticano por el dictador Alberto Fujimori para que sea “su” arzobispo. Y en la última campaña electoral, “su” arzobispo, el que impuso la dictadura fujimontesinista, cumplió su rol pro-keiko.

Y sigue cumpliéndolo, usando el púlpito para discursear por la libertad e impunidad de los criminales de guerra, por la impunidad de su jefe máximo (Fujimori) y cada día más en contra de la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, y cada día más enconadamente en contra del nuevo gobierno de Ollanta Humala. A este encubridor de pedófilos con sotana se pretende dar, desde Roma, el dominio de la Pontificia Universidad Católica (PUCP).

Bueno, pues, ante este señor de tan oscuros antecedentes y a su cáfila de rateros, pederastas, violadores de niños y ociosos con sotanas pagados por el estado, merced a un Concordato que debería terminar ya, se le intenta dar el comisariado político de la PUCP.

UN RECUERDO PARA MIS CONDISCIPULOS: FRANCESCO INTERDONATO

Ingresamos a la PUCP cuando la batalla de ideas, a nivel mundial, había llegado a su climax. Las aulas de la PUCP eran el fiel reflejo de las contradicciones que sacudían al mundo capitalista. Los cursos que llevábamos en Estudios Generales Letras (EEGGLL) estaban orientados a darnos una formación humanista integral, sin imponer una dirección política en sus contenidos. Entre ellos, el curso de Teología fue impartido con absoluto espíritu democrático, haciendo gala de algo que se convirtió, hace muchos años, en atributo de la PUCP: la tolerancia.

Después que cumplimos con todos los cursos de EEGGLL, pasamos a nuestras respectivas facultades. Los que fuimos a estudiar Derecho pronto envidiamos a quienes tuvieron como destino la facultad de Ciencias Sociales. En el plan de estudios de Derecho figuraba un curso de Teología. ¿Otro más?, nos preguntábamos absortos. Sí pues, otro más; no en vano esta universidad se llama “católica”. Hasta esta parte del cuento, usted, querido lector, tal vez estará de acuerdo en que llevásemos un segundo aburrido y tedioso curso de Teología. En EEGGLL ese curso fue todo, menos aburrido. La cosa es que, ya en Derecho, nos enfrentábamos a la intransigencia y falta de tolerancia de un monje italiano fascista llamado Francesco Interdonato, quien a falta de luces del intelecto, había defecado una infame separata que nos imponía ideas retrógradas como la criminalización del aborto, la condena del amor libre, la urgencia de incluir la pena de muerte en la legislación, la causa del terrorismo es ideológica, etc., etc., etc.

Como el cura era boxeador, matón y gritón, no permitía ninguna disidencia en el aula. Mis contemporáneos recordarán los altercados con este dilecto escritor chalaco y no me dejarán mentir. Lo enfrenté, pues. No cuento más… Dejémoslo ahí... Al fondo del salón, mientras este cura de marras deliraba en un castellano motoso, los alumnos de origen judío, junto con los ateos e incluso cristianos de la Teología de la Liberación, hacíamos el geniograma gigante de El Comercio.

Ya le habíamos puesto en el tanque de gasolina de su motocicleta una buena dosis de azúcar, ya escribíamos en los muros de los baños “muera Interdonato”, ya le dejamos un muñeco de brujería con alfileres en su escritorio, pero el tipo se envalentonaba aún más. Su cruzada anticomunista, antisocialista, antiprogresista, se alimentaba de nuestro odio.

Un buen día corrió la voz por las casetas de Derecho: Interdonato está con cáncer. No era fácil de creer, porque el cura hacía gala de ser un viejo muy fuerte, se exhibía haciendo barras en las playas de la Costa Verde, competía pulso con jóvenes atletas. Pero sí, estaba con cáncer. Nadie se lamentaba. Más bien socarronamente sonreían, luego reían, y después estallaban en carcajadas incontrolables. La piedad como virtud, no la supo inculcar Interdonato, sino que inspiró todo lo contrario.

Sacamos cuentas: A.- Si Interdonato muere este semestre, me salvo. B.- Si Interdonato no muere hasta el siguiente semestre, me pueden expulsar por trica. C.- Si adelantamos la muerte de Interdonato, haríamos una obra de bien público. Incluso hicimos un concurso para ver quién acertaba con la fecha de muerte de Interdonato. Fue la Polla Interdonato, contribuías con tu cuota y quien finalmente acertaba se llevaría la bolsa. Pero Interdonato se demoró en coger el último pasaje de su estúpida-inútil-enfermiza existencia y durante ese lapso jaló, desaprobó y motivó la expulsión de muchos buenos alumnos que deberían haberse titulado de abogados.

Como dije, muchos buenos estudiantes que no comulgaban con las ideas de este comisario fascista, fueron expulsados de la universidad por desaprobar el inservible curso más de tres veces. Nos consta que por el aspecto físico, la barba o la indumentaria informal, un joven progresista podía ser desaprobado incluso si había estudiado el adefesio de separata. Conozco grandes talentos que el Derecho ha perdido gracias a la campaña de extirpación de ideologías que emprendió este canalla ultraderechista.


Ahora, el fantasma pestilente de Francesco Interdonato recorre los pasillos y jardines de la Pontificia Universidad Católica. Clama por más émulos de su fanatismo. Que acudan más comisarios a controlar las corrientes de pensamiento que afluyen normalmente en la PUCP. Para eso, alguien peor que Interdonato, un delincuente con cargo cardenalicio, pretende hacerse de la dirección y los bienes de la PUCP, igual que el Opus Dei y el Sodalitium se apoderan de los bienes hereditarios de los ingenuos jóvenes que se dejan captar por ellos.


La primera recomendación para un nuevo gobierno que se precie de “progresista”, es romper de una vez por todas con el Concordato. Luego, por supuesto, obligar a respetar la autonomía universitaria. Y lo dejo allí: ¡NO PASARÁN, CARAJO!

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