miércoles, 17 de diciembre de 2014

Tras las huellas de ciertas “gordas al amanecer” (Feliciano Padilla)



Dante Castro es un prestigioso narrador, dueño de una pluma espléndida y fecunda. Publicó numerosos libros de narrativa breve, novelas y poesía; aunque es preciso subrayar que su fama le viene más por su talento en el difícil arte de escribir cuentos que por su arte poético. Dante ha sido de los primeros escritores que se atrevió a producir narraciones sobre la guerra interna del país en los años mismos en que esta se producía, hecho que le valió permanente hostigamiento político y menosprecio de la crítica oficial u oficiosa. Estamos hablando de libros ya clásicos en la historia de la narrativa peruana, tales como “Tierra de Pishtacos”, “Parte de Combate”, “Otorongo y otros cuentos”, etcétera. No obstante la censura y la marginación del canon literario dirigido por las transnacionales, recibió comentarios elogiosos del canon académico promovido por las Universidades de San Marcos y la Pontificia Universidad Católica. Y, pronto su trabajo se vio coronado de varios premios: El Cope de Cuento en dos oportunidades, El Premio Inca Garcilaso de la Vega, el Premio Horacio de la Derrama magisterial, el Premio de las Mil Palabras de Caretas y; principalmente, el Premio Internacional Casa de las Américas de la Habana, en 1992.
Feliciano Padilla y Boris Espezúa  presentaron este libro en Puno.


Dante Castro, a partir de un neorrealismo notable, intenso, nos enfrentó como lectores a textos cuyas historias reproducían las peripecias de la guerra interna protagonizada entre los “alzados” y las fuerzas contrasubversivas del Estado, cuyo escenario era, casi siempre, la selva y la sierra peruanas, con un tono definitivamente épico, como era de esperar, para relatar acciones de combate donde los héroes mantenían en alto sus ideales, incluso en las peores situaciones de tortura, asesinatos a mansalva y muertes en el mismo fragor de la lucha. El lenguaje de estos textos, acorde con el contexto, es descarnado y directo. Dante Castro no tenía necesidad de acrecentar su visión ni aderezar el lenguaje en demasía, para hablarnos de hechos que de por sí ya eran grandiosos, heroicos.


Ese es el universo narrativo, la atmósfera y el tono épico con que Dante Castro nos atrapó como a lectores, durante mucho tiempo. Pero, esta vez, como para demostrarnos que puede conmovernos, igualmente, con cualquier otro tema, nos entrega un libro titulado “Gordas al Amanecer”, publicado por la Editorial San Marcos. Ahora, nuestro narrador se regodea en historias de amores furtivos y licenciosos donde el erotismo, el humor y la ironía, para suerte de los lectores, se muestran en toda su plenitud. Daré cuenta de unas dos narraciones:


En “Gordas al amanecer” se narra la historia de una pareja de clase media alta conformada por George y Aidé. La mujer es una profesional de gran actividad intelectual, pero, desgraciadamente estéril. George, empresario, ahora con una hernia discal que lo obliga a un descanso médico necesario. George se encargaba como hombre que era, de echar la basura a las siete de la mañana en que pasaba el basurero. Afuera lo esperaban los carritos de basura y recicladores, a quienes odiaba gratuitamente por su biotipo, sus ropas sucias y el mal olor que despedían sus cuerpos. Los imaginaba viviendo en medio de la basura, sobre arenales, sin agua, ni luz. Una mañana abrió la puerta y vio en la acera del frente a una joven recicladora, quien lo miraba sin ningún desparpajo. Era una adolescente, tendría unos dieciséis años. Ella se sacó la gorra y dejó caer abundante cabellera sobre sus hombros. De pronto ella le preguntó si tenía botellas vacías de las que se reciclan, tuteándolo como si fuera su conocido. El atrevimiento lo descuadró, lo encontró en sus “cinco minutos”. Si tienes bastantes abre la cochera y yo misma me las cargo, le repitió. George abrió la cochera como un autómata y luego la cerró y estuvieron los dos: ella levantando las botellas y aprovechando para mostrarle el trasero y él mirándola perplejo. Pronto, la chica lo estaba manejando a su antojo. Ven, viejo guapo, se escuchó la voz de la nena. George hacía, sin control alguno, lo que le ordenaba la recicladora. Cuando se acercó a ella, le alargó la mano y recorrió su bragueta. Luego añadió: Sácala. Sácala, cojudo, ahora. Todo sucedió en menos de media hora. La gozó sobre el sofá de la sala. La chica llegó a demostrarle sus artes en máximo grado. Y cuando estaba el hombre por eyacular, la chica le dijo: No tío, a mí no me embarazas y lo obligó a echar el semen a sus pantalones y al piso. Luego se retiró no sin antes de cobrarle doscientos soles utilizando algunas triquiñuelas. Pero, al amanecer del domingo, se aparecieron tres gordas gritando debajo del piso de George y Aidé: ¡Baja maricón de mierda! ¡Baja morboso, seductor de menores! La frase “seductor de menores” le hizo pensar en lo peor, detención inmediata, juicio, encarcelamiento y toda una vida malograda por culpa de una recicladora adolescente. Le latía el corazón a mil por hora, le faltaba aire, jadeaba, sudaba, se agitaba y estaba con todos los signos de un pánico espantoso, hasta que haciendo un supremo esfuerzo gritó fuerte pensando en todo lo que le esperaba, circunstancia en que se encontró con las manos suaves de Aidé que tocaba su pecho con ternura y le decía: Una pesadilla, mi amor. ¡Cómo has sudado! Duerme mi vida.


El otro relato que revisaré titula “La gorda que vino de Europa”, un texto fenomenal. Narra la historia de Augusto y Clara, quienes fueron enamorados durante la adolescencia. En aquellos tiempos, Augusto estuvo dispuesto a enfrentarse a sus padres y huir junto con Clara a alguna provincia para casarse. Sin embargo el destino los separó. Ella viajó a Europa y él, profesor, se casó con Marina. Después de 25 años Clara retorno al Perú procedente de Suecia. En aquello Augusto recibió una llamada telefónica de Clara, quien le contó que había retornado a Lima debido a la muerte de su padre y que al día siguiente se iba a Suecia. ¿Crees que podamos vernos?, escuchó Augusto en la voz de Clara. Él no sabía qué contestar. Clara volvió a hablar y le dijo riendo: ¡Ah!, las dudas de todo casado. Finalmente, Augusto aceptó encontrarse en el Centro Comercial de San Miguel, a las ocho de la noche. Allí se encontraron. Ella apareció con su figura arrolladora, voluminosa, realmente abultada. Estaba gorda, pero el tamaño compensaba. Pronto por iniciativa de Clara empezaron a agarrarse las manos. Caminaron la ruta de los hoteles y hospedajes para parejas y solo se soltaron las manos cuando llegaron a un hotel frente a la Universidad Católica.


Augusto quiso tomar previsiones antes de hacer el amor, pero, Clara le dijo que la habían vaciado, que no tenía ovarios. Entonces en un encuentro sexual un poco insólito y a oscuras soltaron todo de sí. La conciencia de Augusto le decía: Ya estás encima y aunque no puedas disfrutar visualmente de la dama, continúa porque tu pensamiento está allá, con aquella que te aguardaba en la casa. Terminó con abundante semen dentro de ella, pero a ambos les quedaba un vacío interior. Por eso se fueron casi sin hablar. Así se retiraron cada quien a su lugar. Pasó el tiempo y una noche que operaba el Facebook, Clara le volvía a hablar por el chat. Augusto no quería contestarle, pero esta vez, cedió a la curiosidad. Después de escribir los holas de costumbre, ella le dijo que quería conversar seriamente. ¿Te acuerdas de nuestra noche, de aquella que pasamos en el hotel? Tuvo resultados, no tomamos precauciones. Augusto se asustó, pensó en el sida o algo así. ¿Estamos contagiados?, le preguntó. Tontito, no. Tienes buena puntería. Me hiciste madre a una edad en que no pensaba concebir. Pero dijiste que no tenías ovarios, le contestó. Nunca te dije eso, replicó Clara con toda serenidad. Se llama Gustave. Luego le envió una imagen de Gustave y era parecido a Pavel su hijo querido fruto del hogar que había formado con Marina. Te sacaron un hijo, se dijo él mismo. Siempre fue mentirosa, concluyó.


En ambos cuentos se advierte un ritmo adecuado, el que se requiere para provocar tensión en los lectores. El erotismo y la sexualidad flamean victoriosos a lo largo de las narraciones y tienen final imprevisto que fulmina al lector, tal como deben golpear los buenos cuentos. El erotismo y la sexualidad no son ajenos a la mujer o al hombre. Por el contrario, son parte de su naturaleza humana porque a través del erotismo el amor es elevación y sublime éxtasis. Por esta razón, es común a las personas de todas las clases y estratos sociales. El error del indigenismo de López Albújar y Ciro Alegría fue presentarnos indios asexuales, es decir, indios sin sexo, rebatiendo el fuerte erotismo (claro con otro sentido y significado) de las culturas andinas representado en su cerámica y otras expresiones artísticas.


La ironía es amante del erotismo, pero su mejor compañero es el humor. Y esto lo sabe Dante. Por eso, los mundos construidos por su talento tienen innumerables representaciones de humor, como en el cuento “Gordas al amanecer” que da título al libro, “Chocolate espeso”, “Dientes de tiburón”, “Peste rosa”, por ejemplo. En los cuentos que analizamos el machismo tradicional cae por los suelos, porque son las mujeres las que organizan, se proponen lograr objetivos concretos con gran inteligencia y; lo hacen como la recicladora de dieciséis años o la gorda Clara que llegó de Suecia exactamente para sacarle un hijo al pobre Augusto. Contrariamente, los varones no tienen más remedio que acatar órdenes como autómatas.


Las diez narraciones que contiene este libro entretienen, conmueven, intrigan y sorprenden, como se exige que lo hagan los cuentos bien escritos. Sus temas vienen de lo cotidiano; su lenguaje, a lo Joyce, reproduce los actos de habla tal como suceden. Sus personajes, por cierto bien pincelados, son ciudadanos simples, comunes; ni héroes ni antihéroes; más bien héroes de la cotidianeidad.

PALABRAS DE EDUARDO GONZÁLES VIAÑA EN LA PRESENTACIÓN DE “GORDAS AL AMANECER”


Eduardo Gonzáles Viaña en su alocución sobre el libro.


Cuando he leído el libro “Gordas al amanecer” y pensado en Dante Castro, se me ha presentado un problema de identidad: dónde está Dante, dónde está el narrador y dónde el personaje. Me ha ocurrido un problema de esa naturaleza. Yo publiqué hace algún tiempo una novela “Don Tuno, el señor de los cuerpos astrales”; este libro es sobre un chamán del norte del Perú; a partir de ese momento mucha gente cree que yo también soy chamán. Y en este libro, entre el autor y el personaje del libro, el personaje principal –qué casualidad- es un escritor peruano, autor de relatos y novelas, trabaja como maestro, acude a encuentros nacionales e internacionales, está casado, lleva una barba que antes era roja, usa gorra, tiene ideas y perseverante militancia de izquierda, le gustan las rubias, las negras, las pelirrojas, las gorditas y también las flaquitas, sean del signo de Tauro, de Aries, Escorpión o Géminis. Para quienes conocemos a este personaje, se parece un poquito al autor. Varias veces sucede que el autor se mete dentro del personaje y nos preguntamos quién influye más: ¿el autor o el personaje?  Éste es el caso de los cuentos de Dante Castro.


Veamos, por ejemplo, Chocolate Espeso: el narrador, un escritor peruano que suele ir a congresos, no es Dante, usa gorra y tiene barba colorada y sin embargo por ejercicio lúdico está escrito en segunda persona para que se convierta en narrador participante. Sin embargo, hay un cambio de narrador y aparece una voz de una mujer: "pocos saben que estoy muerta"; la acción continúa y cede el micrófono al narrador. Dante está jugando con la técnica de la 2da persona, que vuelve a ser una mujer al final de la historia y como ya está muerta, dice: “usted es el asesino y nadie le va a creer lo que usted cuente”. Nadie te va a creer poeta.

Veamos la velocidad de la acción en Amor Filial, me fascina la velocidad de su prosa y sus admirables milagros verbales puestos de manifiesto en felices y sorprendentes concurrencias de palabras en que adjetivos y adverbios, por ejemplo, como un acto de magia cambiando la temática previsible iluminan un nuevo y original sentido. Pero no es todo, a ello debo añadir una virtud que escapa a nuestra narrativa actual: su capacidad inmensa de comunicar estados anímicos secretos y de mezclarlos con acciones violentas que trascienden el tiempo. No hay extravíos verbales en la prosa de Dante Castro, no hay descripciones ociosas. Usted lee y sabe dónde está o recrea el escenario y se encuentra en algún sitio. Ni siquiera usa el pluscuamperfecto para narrar acciones que habían ocurrido antes de la acción anterior, prefiere usar los verbos en pretérito que conducen directamente a la acción  ya ocurrida y la acción siguiente es inmediata, inesperada, brutal, aunque preparada por el ambiente creado y mantenido en todo el tiempo anterior. Pienso en  Edgard Allan Poe, Horacio Quiroga y otros notables cuentistas.


Veamos en el primero de los cuentos, la pareja de esposos está cansada por la permanencia en la casa de la madre de él, una anciana con alzheimer,  que hace escándalos, tira a la calle las joyas y otras pertenencias de la familia y proclama a gritos que esta pareja la tortura y no la alimenta, esta historia la va contando un narrador que nos quiere hacer creer que nosotros formamos parte de esa pareja y entonces en un momento determinado, pero nosotros no sabemos qué hacer con nuestra suegra, con mi madre, tiene alzheimer y punto, sin embargo fíjense en el párrafo final:


“Cuando la señora estuvo dentro del nicho, ambos se apresuraron y colaboraron entre sí, afanosos como dos peones que querían terminar la construcción antes de tiempo. Y la pared fue creciendo verticalmente ante la mirada confusa de la anciana quien trataba de decir algo que no conseguía pronunciar. El último ladrillo ocultó para siempre sus ojos estragados por el espanto”. Este cuento se llama, por si acaso, Amor filial.


Quiero notar otra cosa: el genocidio étnico. Otra vez en segunda persona, en “Juana la del camino” el narrador le cuenta al personaje lo que está haciendo y lo que va a hacer; y el personaje se identifica con el lector de manera que todos somos personajes de un escritor que nos está mirando y adivinando nuestras próximas acciones de esta noche. No piensen demasiado, mejor compren el libro. La acción ocurre en uno de los poblados de la selva. Ya Dante: autor, narrador, personaje, no sé cómo llamarle, o más bien “usted”, va en busca de un líder asháninka acompañado de un amigo llamado Calixto. Ambos están cumpliendo un encargo político, un encargo de un diputado. Mientras Calixto avanza para cumplir el encargo, “usted” se desvía del camino para yacer al lado de una mujer maravillosa, quien por razones inexplicables vive junto a la carretera. A Calixto el ejército lo va a capturar y “usted” se salva: "Y si no fuese por Juana y sus tentaciones, tu nombre engrosaría la lista de miles de desaparecidos, mar de sangre del cual Calixto es una sola gota memorable".


Dante Castro es un escritor que no puede ignorar lo que está ocurriendo en su país, lo que ha venido ocurriendo desde hace décadas, una suerte de etnocidio, una guerra étnica en realidad y en tiempos que el principal terrorista –Fujimori- está a punto de salir de una cárcel muy cómoda; a pesar de eso el etnocidio continúa, y va a continuar si no nos oponemos a la ley 30151 que permite a un policía o militar matar impunemente. Como en la mayoría de los cuentos, el narrador y el escritor se parecen, son el mismo y todo el tiempo es un narrador que se confunde con su personaje y al final de todo, cuando usted lea el libro, se va a confundir también con usted que es el lector. Muchas gracias.

viernes, 5 de diciembre de 2014

DANTE CASTRO CON” GORDAS AL AMANECER”




“El colorado decía que una porción de ciudad se reconstruye en cada silencio
 y  en cada recuerdo, que se colectivizan y se alteran en el relato de sus  protagonistas.
 Y el negro Wilder agregaba que las cosas son como son, compadre, nada más”. D.C.


Por: WINSTON ORRILLO


El epígrafe revela dos características evidentes de este nuevo libro de Dante Castro: su vena poética, y, asimismo, el coloquialismo que hace, de su literatura, fácilmente inteligible, fácilmente  asimilable.

Por otra parte, la onomástica del volumen: “Gordas al amanecer”(Editorial San Marcos, 2014), ofrece una madurez en su autor como para haber hallado un nombre marquetero para su más reciente producción, pues, en realidad, si hablamos de gordas, solo el relato que da título a la colección, y “La gorda que vino de Europa”, contienen este atractivo adicional del volumen femenino. Pues los otros cuentos abordan una serie de situaciones, siempre expectantes, y de raigambre variada: encuentros amorosos de alto voltaje, arquetipos de crueldad –donde puede hallarse la huella de un Clemente Palma, v.gr.en “Amor filial”-, manejo de un contexto político en el que el autor siempre discurre con pleno conocimiento de causa y habilidad estilística, que se transparentan en una prosa de singular penetración, y, sobre todo, en el tratamiento del suspenso, presente, en especial, en “Peste rosa”, así como su habilidad para los “remates”, lo que nos entrega a un autor con alto dominio del oficio.

Otro aspecto que nos conduce a la madurez del estilo de Dante Castro, es la inserción de un lenguaje figurado que complementa, cabalmente, la fuerza de sus descripciones. V.gr.:
“Pero ahora que lo meditaba, el sujeto que vio en el juzgado lo devolvía a un ambiente sórdido que podía desempolvar de las telarañas del olvido…” “El pastor rio mirándolo con ojos ofídicos…” “Entonces, rio. Su risa se hizo patéticamente larga, irrefrenable, contagiosa, demencial. El negro también reía, descontrolado. Y se abrazaron en medio de carcajadas, como si ambos hubieran descubierto un yacimiento de minerales preciosos. Era una alegría veraniega que conspiraba contra el cielo invernal color cemento.”

Un punto polémico es la forma como Dante aborda el mundo de la mujer. Imagino la cimitarra de alguna feminista ante expresiones como las siguientes, pero perfectamente inteligibles en el contexto de su narración:

“Las poses eran del dominio de todas, incluso de las que decían no haberlas practicado o que un nunca vieron pornografía. Todas eran pornógrafas, fornicarias, erotómanas. El resto es hipocresía, Gordon. Hoy en día ninguna es santa. Por eso Domínguez sabía llegar a la pose adecuada, ella en posición de bestia cuadrúpeda  y él gozando de su vagina totalmente expuesta”.

Un lenguaje desenfadado, coloquial, le da el particular encanto a estos relatos de un neorrealismo urbano y, aun, de un cierto naturalismo. Veamos más ejemplos:

“-Somos barrio, negro. Le sacamos la mierda…Pero somos barrio, un solo corazón. ¡Vamos Boys!, gritó alguien…-Manuel Vicente Nolasco, ya no me reconoces por lo viejo que estoy…Soy Marco Landa, tu causa de Letras…¿te acuerdas?...Kanebo no laburaba con chatarra”.
Y he aquí una de las estupendas descripciones, en las que Dante combina el lenguaje figurado con el realismo más audaz:

“-Manolo, he venido a proponerte mis esfuerzos. ¿Sirvo de profesor aquí?//El quelonio parecía tragarse todo el aire de la habitación en un suspiro interminable. Sus ojillos de animal de sangre fría merodearon por los diplomas, por los trofeos y por las estanterías de los libros, hasta que se serenó de pronto”.

Opinamos que este libro que, por las noticias, está obteniendo merecida resonancia, revela la plena madurez de su autor quien, por así decirlo, se desenvuelve en una temática plural: el relato político, el de incursión en el ambiente de barrio –especialmente su bienamado Callao-, la deliciosa visita a la relación de pareja –aunque sea casi siempre dispareja- y el análisis de los resultados de la incursión –dilacerada- en la temática social, la cual se ve en el que, a juicio del suscrito, es el mejor relato del libro: “Libertad restringida”.

Obra para gozar y pensar, texto que nos conduce, a pesar de aparentes incursiones en desaforadas situaciones, al centro de la aventura humana, especialmente de ese ser que somos y que padecemos.

Dante Castro Arrasco (Callao, 1959), nombre completo del autor, es un escritor con formación universitaria sanmarquina y de la PUC, así como de la Universidad de La Habana. Si nos ponemos a enumerar su dilatado curriculum, empleamos demasiado espacio: basta señalar que es ganador del más importante Premio Literario en Español, el de la Casa de las Américas, de la Patria de Martí y de innúmeros certámenes nacionales de cuento. Es autor de seis volúmenes de relatos y su obra Cuentero de Monte Adentro  forma parte del Plan Lector para estudiantes de secundaria del Perú, así como dos títulos más: Demonio de monte y Libertad restringida.