sábado, 28 de mayo de 2011

¡HORROR!...HE AGREDIDO A UN REPORTERO FUJI-PARAMETRADO

El periodismo es algo más que una carrera universitaria. Así lo confirman quienes hacen periodismo sin haber estudiado en una escuela de Comunicación Social o incluso quienes, como el fallecido Manuel D’ornellas, decían que es el oficio de los “sin título”. Si revisamos biografías, constataremos que muchos buenos periodistas se hicieron tales en las salas de redacción de diversos medios. Ahora que abundan escuelas de comunicación en diversas universidades públicas y privadas, los egresados de éstas compiten en los medios con otros profesionales.

Pero el oficio de comunicador social se demerita cuando se pone al servicio del fascismo. Estamos asistiendo atónitos a la parametrización de los medios de prensa y a la subordinación de nuestros colegas para que acaten el rol infame de propagandistas de una sola candidatura: la de Keiko Fujimori, hija del ex dictador que purga condena en cárcel de lujo. El criminal violador de derechos humanos, de garantías constitucionales mínimas, el ladrón que ha saqueado a su antojo el erario nacional, no sólo tiene sucesora, sino también quienes escriban por él. Y más allá de la prensa escrita, quienes hacen programas de TV y radio, con el único fin de perpetuar a la mafia fujimontesinista torciendo la conciencia de millones de peruanos.

La dictadura de Fujimori y Montesinos inauguró una nueva era en el periodismo nacional: la de la prensa amarilla y de la TV basura. Los talk show y la prensa chicha a 50 céntimos pervirtieron al consumidor y efectuaron una lobotomía colectiva, de la cual ahora vemos sus efectos. No se nos diga que no actuamos. En 1998 hicimos una memorable protesta multitudinaria con todos los colegios de Lima, en plena dictadura, protestando contra este instrumento de dominación. Queda bien claro que para hacer este tipo de “periodismo”, no se necesita ni talento ni profesión. Basta ser delincuente embozado y fingirse comunicador social. Hoy mismo, periodistas que no quisieron acatar el rol impuesto por los dueños de los medios donde trabajaban, han perdido el empleo. Otros, se sostienen en ellos bajo amenaza. Muchos están fuera hace tiempo porque se les niega el derecho a sobrevivir con aquello que sí saben hacer. Detrás de la máscara de la libertad de expresión, encontramos subempleo, subordinación, explotación y falta de derechos elementales para hombres y mujeres de prensa.

Provocadores y soplones a la orden

Decimos que la ética no funciona para aquellos que han confundido su rol de comunicadores sociales con el vil oficio de soplones. Delatar y provocar refugiándose tras una cámara, no es hacer periodismo. Ya nos hemos referido al linchamiento reporteril en otro artículo. Acosar, cortarle el paso, provocar al entrevistado para que pierda la compostura y salga la peor imagen de él, transformó a ciertos reporteros en una quinta columna o fuerza de choque en defensa del sistema imperante.

Esto ha pasado en la última marcha multitudinaria y silenciada por los medios venales, el 26 de mayo. Un reportero, preparado para el choque y la provocación, refugiando su identidad tras un casco de motociclista, me filmaba cuando hacía pintas con el lema NO A KEIKO. Lo que no sale en audio es la provocación deliberada: oiga, por qué pinta las paredes, oiga… Nuestra reacción primera fue rociarlo con el spray de pintura. Pero no contento con ello, el vil reportero al servicio del fujimontesinismo, insistió en perseguirme con la cámara por delante. Recibió un golpe y ahora dicen sus patrones que le rompimos el instrumento de trabajo.

Una explicación oportuna

Para empezar a darla, soy escritor y periodista. Así lo reconoce la conductora del programa que me acusa: Mónica Delta. He cumplido mis labores en diferentes medios de prensa y ahora estoy en cura de silencio por las razones antes expuestas. Por lo tanto, lejos está de mi ética agredir a colegas que cumplen con su trabajo. La polarización de fuerzas en nuestro país, a puertas de las elecciones en segunda vuelta, que se definirán entre el candidato de Gana Perú, Ollanta Humala, y la candidata de la última dictadura que padecimos, Keiko Fujimori, ha trazado una frontera insalvable entre quienes defienden el estado de derecho y quienes pretenden facilitarle el paso a la impunidad de genocidas y ladrones.


La candidata Keiko Fujimori goza del apoyo unánime de una prensa parametrada e incondicional, que no sólo silencia las noticias sobre el adversario, sino que une esfuerzos con los servicios de inteligencia que intervienen nuestros correos, facebook, teléfonos fijos y celulares. Y que quede bien claro: no nos intimidan las amenazas, porque todos saben que nos llegan puntualmente. Este matonaje periodístico que viene aparejado con las maniobras previas a un fraude electoral, también reclama su derecho a la inmunidad e impunidad.


En tal contexto puede entenderse mi reacción airada frente a una provocación. Bien dice un compañero mío en el facebook: si la prensa está en manos de canallas, entonces que hablen las murallas. Por eso pintamos lemas en los muros durante las marchas antikeiko. Y mientras pintamos, muchos reporteros de prensa internacional nos han filmado. Pero ninguno se atrevió a provocarnos, a cuestionarnos o a intimidarnos, como sí lo hizo el “agredido” de Canal 2 que refugiaba su identidad tras un casco de motociclista.

¿Mónica Delta puede acusarnos de algo?

Cuando nos identifica con nombres y apellidos, profesión y arte, y además se me dice “seudo-intelectual”, podemos decirle: es un honor viniendo de quien viene. La periodista Mónica Delta tuvo que salir del país después que la dictadura a la cual sirvió se desplomó por fuerza de la insurgencia popular y el pueblo peruano recuperó el estado de derecho.


A diferencia de ella, muchos colegas periodistas e intelectuales, participamos en la Marcha de los Cuatro Suyos. A diferencia de ella, muchos redactores fuimos purgados de los medios en los que pudimos habernos ganado el pan honestamente. A diferencia de ella, algunos de nuestros colegas fueron asesinados por los paramilitares y militares que cumplían órdenes del Pentagonito.


Su colega, ¿periodista?, Aldo Mariátegui participa de esta campaña, tanto en TV como desde su pasquín Correo. No nos extraña que ambos envíen a un reportero, protegido previamente por un casco, a sabiendas de que iba a fomentar las iras. Lo cierto es que he recibido adhesiones y solidaridad de intelectuales, profesionales, estudiantes y ciudadanos honestos, quienes aseveran que los representé a todos ellos en una sola actitud.


En síntesis, los seres conscientes e inteligentes de este país repudian a la prensa parametrada por el fujimontesinismo, corrompida con los millones de las transnacionales mineras y de los dueños del poder económico. Su descarada campaña para que gane las elecciones la hija del exdictador, puede contar con lúmpenes reporteriles, genuflexos y serviles, pero jamás con un periodista que tenga un mínimo de ética.


No me molesta que desde las letrinas fujimoristas me tilden de "seudo intelectual". Escribo, luego existo. Enseño, luego existo. Lucho, luego existo. Milito, luego existo. Mi conciencia no está a la venta ni en alquiler. El ejemplo contrario lo pueden dar Nicolás Lúcar, Aldo Mariátegui, Mónica Delta y similares. Ellos siempre tendrán trabajo, bien remunerado, porque marchan al son de la comparsa de los dueños de grandes capitales. Yo marcharé siempre con la memoria de nuestros colegas asesinados en Uchuraccay, con el ejemplo de Pedro Yauri y de Melisa Alfaro Méndez.


Ni el fascismo que tratan de instaurar nuevamente ni el matonaje servil de los lumpen-periodistas, podrán acallarnos. Escribo y escribiré siempre para un pueblo que lucha por su dignidad. Y preparamos desde ya una segunda Marcha de los Cuatro Suyos. Tengan la plena seguridad, epígonos del poder, cáfila de seudoperiodistas: ¡Venceremos!