martes, 8 de febrero de 2011

Entrevista de Carla Moreno a Dante Castro


ESCRITOR Y COMBATIENTE, DANTE CASTRO AL PARLAMENTO
Dante Castro Arrasco no sólo es escritor, docente y periodista, sino que por encima de sus capacidades intelectuales, es un militante de la izquierda revolucionaria. Empezó con su primera experiencia de adolescente, militando en la causa del proletariado, participando en la insurgencia antidictatorial que derrocó al general Morales Bermúdez. Luego se constituyó en dirigente estudiantil de las dos universidades donde estudió: Universidad Católica y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue representante de la FEP ante la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes (OCLAE) con sede en Cuba. La lucha de liberación de nuestros pueblos lo llevaron a participar de procesos revolucionarios en otras latitudes, para luego volcar esas experiencias en la acción directa aquí en su tierra natal.

Como escritor ha destacado llevando a la literatura las voces de los olvidados y marginales, de los explotados y luchadores sociales. En la línea de Mariátegui, Vallejo y Arguedas, ha conquistado premios nacionales e internacionales sin transigir ni dar su brazo a torcer frente a las provocadoras ofertas de las grandes casas editoriales. Cuba lo hizo merecedor del Premio Casa de las Américas, justo cuando la dictadura de Fujimori y Montesinos pretendía reducirlo a un régimen carcelario infrahumano. Fue así que se asiló en la Patria de Fidel y de Camilo, hasta que pudo volver al Perú. Y no volvió para hacer bohemia literaria, sino para contribuir a organizar la protesta popular contra la dictadura y formar escuelas de cuadros por donde han pasado muchos jóvenes que ahora militan en la izquierda.

Como docente ha implementado, desde hace treinta años, planes de lectura que desarrollan la capacidad de lectura comprensiva, hábito de leer y al mismo tiempo plantean una toma de conciencia acerca de la realidad nacional. Son muchas las promociones egresadas de colegios que llevan nombres en quechua gracias a las sugerencias de un docente comprometido con su pueblo. Y más de seis promociones escolares y universitarias llevan su nombre. Se trata de un docente que ha dejado huella en sus alumnos, pero que ha sido combatido por quienes imponen el plan del ministerio para alienar a las nuevas generaciones.

Ahora las bases de su organización política le exigen representar los intereses del pueblo que lucha contra el neoliberalismo a través de una candidatura al Parlamento. Es así como Dante Castro postula al Parlamento en la lista de Despertar Nacional, con el N° 15. Nos concede la entrevista:

CM. ¿Por qué te animaste a participar en una lista al Parlamento?

DC. - Fue un ofrecimiento de los compañeros revolucionarios que participan en Despertar Nacional y un mandato de mi organización, el ML-19. Hay en ese partido luchadores sociales que sacrificaron todo para tratar de cambiar nuestra historia. La pobreza cuasi franciscana de nuestras candidaturas es una prueba de honestidad. Apelaremos al pueblo para que con sus modestas contribuciones haga realidad este anhelo de representar sus intereses en el debate político.

CM. ¿Por qué te oponías antes a la participación electoral?

DC.- Eso no es cierto. Nos oponíamos a la participación sin condiciones. Ya hemos visto qué le pasó a la izquierda con Susana Villarán. Ya hemos visto cómo el nacionalismo llevó a Mekler, a Gustavo Espinoza y a Torres Caro al parlamento. Votar por votar es como hablar de la unidad por la unidad.
El ML-19 intentó participar con Avanza País el 2006 y nos inscribimos para ello. Últimamente tratamos de participar en elecciones impulsando la candidatura de Alberto Pizango, después de la insurgencia popular en Bagua. Era una candidatura que encarnaba y representaba a la insurgencia popular, a la vía revolucionaria al poder. Como tal, nos constituimos en APHU poniendo a disposición todas nuestras capacidades en función de una participación electoral revolucionaria. Eso consta en nuestra prensa y en afiches pegados en Lima. Pero fuimos marginados por los mismos “asesores” que han abortado la candidatura de Pizango. Cuando nos dimos cuenta que se nos discriminaba en el uso de la palabra, que se nos excluía de comisiones donde nos habíamos inscrito previamente y que al Apu Pizango lo estaban saboteando, nos retiramos para dedicarnos al trabajo de bases, adonde siempre hemos estado bien. De pronto los compañeros de Patria Libre nos invitan a Despertar Nacional; evaluamos tal posibilidad y la aprobamos.

CM. ¿Cómo conociste a Ricardo Noriega Salaverry, candidato presidencial de Despertar Nacional?

DC.- Gracias a la invitación de compañeros muy cercanos a nuestra causa, pudimos escuchar la propuesta de Ricardo Noriega recién en noviembre. No se trata de un sujeto cerrado, sino de alguien dispuesto a escuchar y a aceptar la unidad de los distintos. Es importante la actitud y el carácter en quien hace política. Pizango era pasivo, se ausentaba, no cumplía con sus compromisos. Noriega es todo lo contrario: proactivo, enérgico y cumplido. El lugar que nos ha ofrecido Despertar Nacional es propicio para que sigamos creciendo como organización, sin limitaciones ni condicionamientos.

CM. ¿Por qué la izquierda no se une?

DC.- He participado de esfuerzos unitarios desde que comencé a militar en una organización revolucionaria. Después del histórico Paro nacional del 19 de julio de 1977, el pueblo les exige a los caudillos la unidad. La unidad de acción es la que pone los cimientos para la unidad política. Fue así como aparecieron los primeros esfuerzos de unidad: UDP, FOCEP, UNIR, hasta fórmulas más totalizadoras como el frustrado ARI y posteriormente la exitosa IU. No podemos exigirle a las izquierdas que se unan al margen de la tarea concreta, sin señalar los objetivos tácticos o estratégicos, y sin establecer los mecanismos democráticos que posibiliten la unidad.

CM. ¿Estás hablando de que no hay mecanismos democráticos?

DC.- Claro. Las elecciones primarias para elegir al candidato de los pobres, al candidato de la unidad, es sumamente necesaria. No es posible aceptar imposiciones arbitrarias. Una forma de arbitrariedad es que alguien que no tiene trayectoria revolucionaria te imponga la unidad bajo su candidatura. Otra forma es que “los mismos de siempre” decidan por las bases. Si te fijas en el “retrato de familia” de la izquierda, verás que hay rostros que se vienen repitiendo desde 1978 y sólo faltan los que se han muerto. Si investigas a “los mismos de siempre” te darás cuenta que muchos son responsables de liquidar a la izquierda hasta reducirla a menos del 1.4% de votación. Y liquidaron sus propios partidos rehusándose a democratizarlos, con tal de reservarse el poder de decisión sobre la militancia. La ausencia de mecanismos democráticos imposibilita la estructuración de un gran frente de izquierdas.

CM. ¿Y en qué se basa la arbitrariedad de los caudillos?

DC.- La lucha de clases se refleja al interior de los partidos políticos. Y su base es económica. Los caudillos son los dueños de la economía del partido; los obreros y siervos de la izquierda están destinados a trabajar y obedecer. Muchos de los que señalamos como “los mismos de siempre” perciben cédula viva del estado; es decir, se han jubilado con el mismo sueldo que ganaban de parlamentarios. Otros son dueños de ONGs y de empresas del partido. Sea por una u otra razón, poderoso caballero es don dinero. Quien tiene plata, manda. Quien no la tiene, obedece o se larga.

CM. Supongo que la gente necesita saber que puede decidir algo…

DC.- Exacto. Los miles de militantes de izquierda, aquellos que construyeron las bases que hicieron posible IU por ejemplo, requerían ser partícipes de las decisiones de sus partidos. Si los congresos partidarios hubiesen sido ampliamente democráticos y las bases pudiesen promover a sus líderes, habrían contado con una sana vida interna. Pero si participaban en congresos amañados, si se postergaban los plenarios, si se tramaban dolosas reelecciones, la gente se sentía defraudada y después de años de frustraciones desertaban renegando. La fuga de talentos de la izquierda ha sido espectacular. Desde la división de IU y la estupidez de darle el voto a Fujimori, la hemorragia de deserciones fue indetenible. La no alternancia en el poder, frustró el relevo generacional y se abrió una brecha innecesaria. La derecha supo renovar cuadros, la izquierda hizo todo lo posible porque no hubiese tal renovación.

CM. ¿Qué propones al respecto?

DC.- Sería muy fácil hablar de democratización de la izquierda. Pero para eso, primero, deberíamos tener una izquierda. Estamos forjando una con apellido: izquierda revolucionaria, trabajando políticamente en bases con la juventud obrera y estudiantil. No hemos llegado a constituirnos en bases campesinas, pero coincidimos con cuadros que trabajan en comunidades y rondas. Nuestro trabajo apunta al largo plazo. Tuvimos que rescatar la ideología del proletariado en medio de la tormenta del triunfalismo neoliberal, de la supuesta “muerte de las ideologías” y del manido “fin de la historia”. Allí donde la izquierda tradicional claudicó, aparecimos nosotros. Allí donde los viejos saurios ordenaron el repliegue, nosotros decidimos avanzar paulatinamente, poco a poco, sin apuro. Los hábitos democráticos al interior de nuestras propias organizaciones deben distinguirnos de esa otra izquierda que no los practica. Rescatamos la consigna del sub-comandante Marcos, en Chiapas: “Hay que aprender a mandar obedeciendo”.

CM. ¿Por qué tendríamos que votar por ti?

DC.- Frente al avance arrollador del neoliberalismo, alguien tiene que proponer una lucha sin cuartel contra este brutal sistema de dominación. Veo que las demás propuestas desde el campo popular pecan de ingenuas y se conforman con una plataforma de ofrecimientos que no van más allá de humanizar al capitalismo, lo cual es imposible. Si cuento con el caudal necesario de votos para entrar al parlamento, no entraré a esa chanchera para conciliar, sino para ser un portavoz intransigente de los intereses de la clase trabajadora. Ya el pueblo sabe lo que es votar por sujetos que luego permanecen pasivos en su curul. Las comisiones investigadoras sobre corrupción y también las de derechos humanos, necesitan de nuestra participación; igualmente hay que luchar por presentar proyectos de ley que favorezcan al pueblo. La izquierda revolucionaria se distingue no sólo por la vigencia de la tarea estratégica sino incluso por sus métodos de participación en el parlamento burgués.

CM. Eres escritor, periodista y docente… ¿Representas a tus colegas en los tres campos?

DC.- Como periodista debo recordar con dolor a los mártires de Uchuraccay, el asesinato de Melissa Alfaro, mi compañera de trabajo, la desaparición de Jaime Ayala y muchos otros colegas a quienes no se ha hecho justicia. Los periodistas siguen desprotegidos en materia laboral y políticamente también. En el Perú no hay libertad de expresión ni seguridad para ejercer el periodismo.
Como escritor, cansado estoy de asistir a entierros de poetas y autores para los cuales no hay con qué pagarles su última morada. Bochornosos casos como los de Alejandro Romualdo, Cesáreo Martínez, Paco Bendezú, Bacacorzo, etc., nos hacen meditar acerca de la necesidad de leyes que protejan a los trabajadores de la literatura. Un autor con méritos llega a la tercera edad sin seguro de salud ni pensión ni partida de defunción. No hay un fondo del estado para financiar publicaciones, no hay concursos públicos que auspicien premios nacionales de poesía, narrativa o teatro.
Como docente tengo treinta años de humillaciones y puedo representar a los maestros de a pie que sobreviven con salarios de hambre, bajo contratos temporales y sometidos por planes educativos absurdos que sólo los limitan en el ejercicio de la docencia. Nos pagan mal, la mayoría de colegios privados no cumplen con sus obligaciones, estafan al docente; pero como si esto fuese poco, no nos dejan enseñar. No existe política educativa en el Perú y sólo somos tributarios de programas diseñados por el imperialismo para abortar nuevas generaciones sin conciencia social, sin cultura general y sin identidad nacional. Hace falta una reforma integral de la educación con la participación de los sectores involucrados en la tarea educativa.

CM. ¿Estarías dispuesto a defender al SUTEP?

DC.- Como discípulo de Horacio Zevallos Gámez, debo repetir una de sus estrofas del poemario Alegrías de la prisión: “Maestro, en tu libro de lucha está escrito que no traicionar es un mandamiento”. Defiendo al SUTEP de todas las infamias que le ha lanzado la maquinaria de desprestigio de la derecha y sus secuaces. Uno de estos es Nicolás Lynch, que ahora es candidato del nacionalismo. Este señor no sabe lo que es vivir con el sueldo de un maestro. Este señor esgrime la tesis burguesa de la “meritocracia” y en torno a ello debería hacerse una autoevaluación o un examen de conciencia. Las torcidas evaluaciones impuestas a docentes, son fruto de sus sugerencias cuando estuvo al frente del Ministerio de Educación, herencia que ha recogido el ministro aprista Chang. Lynch quiso arrasar con el SUTEP así como un ancestro chileno suyo arrasó con Chorrillos. Propongo la unidad del SUTEP no sólo para luchar por mejores salarios, sino también para proponer una reforma integral de la educación. El SUTEP ha sido obviado por el reformismo caviar y el nacionalismo burgués. Le corresponde a la izquierda revolucionaria representarlo.


CM. Por ahora, gracias compañero Dante… Lo volveremos a entrevistar sobre temas más específicos…

DC.- Quedo a sus órdenes, compañera…

miércoles, 2 de febrero de 2011

Drogas y candidatos puestos a prueba


Las drogas en el Perú, como en Colombia, son mercancías de libre circulación y consumo. Los que prometen legalizarlas hacen de comediantes bufos, generando un instante de discusión para beneplácito de la prensa conservadora. Prometer legalizar aquello que no se persigue, es una hipocresía. Y no es casual que los dos narco-estados más conocidos de Sudamérica, sean gobernados por fieles servidores del imperialismo, garantes del equilibrio estratégico y geopolítico de los yanquis en la región.

Los hipócritas de peor calaña exigen que hoy los candidatos a las próximas elecciones se hagan análisis clínicos para saber si alguna vez o hace poco tiempo consumieron estupefacientes. Sería difícil demostrar que el resultado negativo de esta prueba garantiza por sí solo la moralidad de un candidato. Igualmente sería harto difícil demostrar que si alguien consumió cocaína en su despedida de soltero, está destinado por éste hecho a ser un gobernante réprobo.

Alberto Fujimori no consumía cocaína, tampoco marihuana, pero comandó una de las dictaduras más corruptas de nuestra historia republicana. Ante esta enfermedad del poder, sugerimos que se invente el corruptómetro, un aparato detector de impulsos conductuales que desembocan en la degeneración del sujeto analizado, aquel que promete luchar contra el mal pero que terminará sirviendo a las grandes mafias.

LAS DROGAS EN EL PODER

La cocaína ha formado parte del poder desde inicios del siglo XX. Los dueños del poder oligárquico han sido visitantes al fumadero de opio, mezclándose con plebeyos poetas como Abraham Valdelomar y similares. Pero la cocaína triunfa en el mercado de alta alcurnia, infiltrándose entre las rendijas de la corrupción gubernamental y llegando a ser una mercancía de protocolar consumo en los círculos donde se tomaban decisiones. Embajadores y funcionarios de Relaciones Exteriores, aprovechando que en las aduanas no se revisan valijas de diplomáticos, sacaban sus mejores ganancias del tráfico ilícito de cocaína. A partir de los años 70’ se produce el auge de la producción en masa y el Huallaga se convierte en el dorado del narcotráfico en alianza con los gobiernos de turno.

Durante la primera fase de la dictadura militar, jefaturada por el general de división Juan Velasco Alvarado, tuvimos que padecer la gestión fascista del ministro del Interior Armando Artola Azcárate. El rostro autoritario del poder, era Artola. Los mejores chistes de brutos, tenían como personaje a Artola. Las represiones más sangrientas del velasquismo, fueron ordenadas por Artola, con pleno conocimiento de Velasco. El ahora nacionalista Pedro Armacanqui, dirigente del FENEP (luego SUTEP) fue perseguido, encarcelado y deportado por Artola. Ñique de la Puente, también. La matanza de Cobriza y de Huanta, etc. Pero el caso que disimuló Artola ante la historia, fue la llegada de Santana y su conjunto. Les prohibió la entrada al aeropuerto, se bajaron del avión, se quitaron las camisas, no tocaron en el estadio de San Marcos, pero detrás de cámaras y en plena pista de aterrizaje, se hizo el más grande embarque de cocaína de la historia republicana. Santana y su agrupación se fueron contentos del Perú; los sanmarquinos desarmaron butacas y quemaron parte del estadio universitario para que no tocasen música imperialista; los adictos a Santana se quedaron con los crespos hechos y el gobierno revolucionario de la fuerza armada quedó como “antiimperialista”.

El general Francisco Morales Bermúdez, dictador 1975-1980, era un eficiente consumidor de whisky escocés, aunque se decía que su hijo Remigio traficaba cocaína hacia el exterior simulándola en cargamentos de langostinos congelados. Remigio, durante el primer gobierno de Alan García (1985-1990), se hizo más famoso que cuando fue el hijo del dictador militar y gozaba de impunidad absoluta. A su presidente lo veíamos aparecer en estrados, balconazos y tribunas, dándose discursos surrealistas sin disimular las muecas y escozores de ojos y narices que producen las caspas del volátil alcaloide andino. Las peripecias de Remigio quedaron tras las tinieblas del poder, igual que las de su presidente, garantizados ambos por el olvido de un pueblo desmemoriado, por la impunidad y la prescripción de delitos.

Y que nadie se olvide que el gran narcotraficante Carlos Lambert fue capturado en aguas de Acapulco, 1986, llevando en su yate no sólo cocaína, sino al conspicuo hombre de confianza de Haya de la Torre, el guardaespaldas aprista Jorge Idiáquez. Y que nadie olvide que si Lambert fue el narco-financista del APRA en los 80’, también Acción Popular tenía el suyo: Guillermo Cárdenas Dávila "Mosca Loca", detenido y juzgado en 1981.

Recuerdo que durante el primer alanismo, trabajé en la cámara de diputados adonde llegó un sujeto que conocía antes del Callao, lo cual me sorprendió mucho. Me confesó que era el abastecedor de los diputados que consumían cocaína de gran calidad. También abastecía a la cámara de senadores. Ciertamente, en cada cierre de legislatura, no eran pocos los padres de la patria que concurrían a los servicios higiénicos para “ponerse las pilas”. Si nunca exigieron que Enrique Chirinos Soto abandonase el hemiciclo por ebriedad, fue porque don Enrique, alcohólico radical, conocía la lista de parlamentarios que eran y son empedernidos cocainómanos. Así fue que Chirinos Soto se consagró como el más borracho del parlamento, sin cuestionamiento alguno.

El alto consumo de alcohol, como el de cualquier droga, es razón de graves alteraciones de la conciencia que pueden conllevar a una conducta delictiva. La mayor cantidad de crímenes por emoción violenta se perpetran bajo efectos del alcohol. El poder y el trago tienen más amplia tradición que el poder y la cocaína. Pero así como la ley seca en los años 20 de EEUU sólo produjo el efecto inverso, la censura de candidatos con restos de cocaína en la sangre de nada sirve.

¿HAY QUIEN TIRE LA PRIMERA PIEDRA?

El tráfico de drogas en el Perú goza de buena salud y sigue siendo un negocio sólido porque el Estado se encarga de cautelar los intereses de los narcotraficantes. Volviendo a Fujimori, éste no se drogaba, pero cogobernó con las firmas de narcotraficantes a quienes les encargaba la logística de los batallones antisubversivos. Su asesor Vladimiro Montesinos, con consentimiento del presidente, compartió ganancias del narcotráfico; y su hermano Santiago fue el único que conocía realmente cómo el avión presidencial llevaba tanta cocaína refugiada en sus alas.

El vicepresidente Luis Giampietri, desde las altas torres del almirantazgo, tiene que conocer cómo cada cierto tiempo la Marina de Guerra del Perú es sorprendida en lejanos puertos con una considerable carga de cocaína en sus bodegas. No me diga este señor, impune por la matanza de El Frontón en 1986 y asalariado vitalicio de la Municipalidad del Callao por ser “ciudadano ilustre” según Alex Kouri, que no se ha enterado. Notemos que el traje blanco es el favorito de los capos del narcotráfico.

¿Y la DEA?... Por favor, tendría que ser muy ingenuo para afirmar que la DEA yanqui persigue el tráfico de drogas. Más bien, busca neutralizar a unas bandas para que otras tengan el monopolio. Siempre digo que si las autoridades policiales norteamericanas trabajasen una semana en serio, se acabaría el ingreso de drogas por aeropuertos y puertos de EEUU.

Mientras se generan grandes ganancias por un negocio lesivo a la salud mental de las nuevas generaciones, hay quienes se fijan en el cabello de los candidatos como si esta cómica precaución fuese garantía de que “los que no se drogan” van a parar su comercialización. Ya está visto que los “zanahorias” tampoco están interesados en detener la ola de corrupción que continúa arrasando al Perú. Pregúntenle a Rafael Rey Rey si ha acabado con el narcotráfico dentro de las propias Fuerzas Armadas.

Eso sólo le corresponde a quienes tienen una férrea convicción de cambiar los destinos de nuestro país, aún a costa de la propia vida y conspirando contra el modelo de dominación que se refugia tras la careta de una democracia representativa que ya no da para más. Una democracia sujeta al libre juego de la oferta y la demanda es un modelo que sólo garantiza el precio del poder, la perennización de las mafias y la venta de curules parlamentarias. El narco-estado se sustenta en estas libertades que sólo pueden ser santificadas por los ingenuos o los interesados en grandes negocios.
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