sábado, 8 de mayo de 2010

Literatura de guerra: los "auténticos" y el usurpador

Anoche estuve en un conocido bar frecuentado por poetas y narradores. Después de mucho tiempo me encontré con amistades que había perdido de vista un año atrás y me pusieron al día del mundo literario. Lo que más me sorprendió es que contaran algo que me involucraba directamente: un documento, salido de un encuentro provinciano de escritores, mal juzga mi literatura de guerra. El argumento que más esgrimen mis detractores, según los amigos de anoche, es el de no haber militado en el PCP-Sendero Luminoso y por lo tanto, no haber participado en la guerra “popular”.

No he leído el texto, pero puedo aclarar algunas cosas. Una de ellas es que jamás hubiera pertenecido al PCP-SL. Por razones de formación marxista, nunca habría coincidido con la metafísica del fundamentalismo gonzalista. Mucho menos estuviera hoy aplicando la “doctrina de la justificación” para solapar la cobarde entrega del camarada Gonzalo y su deshonrosa claudicación. El gonzalismo es religión, no ciencia, por lo tanto hay que tener fe para creer en sus grandes virtudes teologales.

Hay otras aclaraciones que son de rigor histórico. La guerra tuvo más protagonistas que los que se auto-incluyen en los grupos alzados en armas. Si bien entre los principales implicados contamos a las FFAA (el Estado), al PCP-Sendero Luminoso y al MRTA, no fueron éstos los únicos en gastar pólvora y dinamita. Vamos a brindar un ejemplo: el MIR resurgió en las serranías de Santiago de Chuco, la Libertad, en los primeros años 80’ con una columna armada que gozaba del respaldo campesino. Ésta era una facción maoísta del MIR que no logró sobrevivir al cerco de las FFAA y al acoso del sectarismo senderista. Estos últimos demandaban la disolución de la guerrilla del MIR y su incorporación al PCP-SL en las condiciones arbitrarias que les imponían.

Vamos a brindar otro ejemplo: en el libro de Ricardo Uceda “Muerte en el pentagonito” el autor peca de ligereza y señala la formación de sendos aparatos militares en dos partidos de Izquierda Unida. La información es exacta, (aunque en realidad fueron tres), pues en la izquierda legal, aquella que apostaba por las elecciones como forma principal de lucha, también se gestaban gérmenes de lucha armada. Menos mal que Ricardo Uceda no escribió detalles al respecto. Agradezco su silencio.

Pero la violencia del Estado la padecimos todos, senderistas y no senderistas, emerretistas y no emerretistas. Y el enfrentamiento de la clase trabajadora contra el Estado burgués no fue patrimonio exclusivo ni excluyente de los grupos armados. Los paros nacionales, las luchas en las calles, las tomas de locales y de carreteras, tuvieron una inmensa gama de protagonistas políticos.

Es por éstas y otras razones que sostengo lo siguiente: La literatura de la violencia política ocurrida en las décadas 80 -90 no es patrimonio de un grupo armado, de quienes lucharon o de los que padecieron. No era necesario haber pertenecido a este grupo para sufrir prisión, torturas o destierro, ni para hacer literatura sobre ello. Un tema narrativo puede ser abordado eficazmente por quien tiene talento, se auxilia de la experiencia colectiva y se nutre de sus propias investigaciones. Lo más penoso es ver publicaciones de quienes sí participaron y no saben expresarse literariamente.

Todavía hay quienes en nombre del fundamentalismo gonzalista se atreven a pontificar sobre literatura y compromiso social, sobre arte y compromiso político. Lo más cómico es que se llamen “maoístas” y por pobreza de entendimiento no sepan interpretar qué quiso decir Mao Ze Dong en sus tesis sobre arte y literatura. Éste ya no es un problema político, sino de interpretación de textos o de lectura comprensiva. Veamos qué claro escribió el gran timonel de la revolución china:

“Por progresista que sea en lo político, una obra de arte que no tenga valor artístico, carecerá de fuerza. Por eso nos oponemos, tanto a las obras artísticas con puntos de vista políticos erróneos, como a la creación de obras al ‘estilo de cartel y consigna’, obras acertadas en su punto de vista político pero carentes de fuerza artística”. (Mao, Intervenciones en el Foro del Yenan sobre arte y literatura, 1942).

Volviendo al caso de los “auténticos” contra el “fariseo”, sugiero que la literatura de guerra debe diferenciarse del testimonio, del ensayo y de la autobiografía. Incluso en estos géneros paraliterarios, hace falta escribir bien. La narrativa de guerra no puede caer en la exclusividad de analfabetos funcionales y por autoproclamarse “legítimos protagonistas”, dejarles el monopolio del campo para interpretar y asumir el acto creativo con parámetros ajenos a la literatura.

La creación literaria debe fructificar entre quienes participaron directamente en el conflicto. Para ello será necesario que se despojen de la camisa de fuerza que les impone una línea política errónea y castrante. Mientras van llegando al oficio, deberían entender que los grandes escritores revolucionarios se distinguían por su humildad; requisito indispensable para aprender.

Como eso no cae automáticamente del cielo, estoy preparado emotivamente para confrontaciones ideológicas y literarias. Mi obra será juzgada con anteojos extraliterarios porque “no pertenezco al partido” y porque estoy en contra del fundamentalismo metafísico gonzalista. Pero advierto: hacer una literatura de clase no es lo mismo que hacer una literatura de partido. La conciencia de clase es algo diferente (aunque no debería ser siempre ajeno) a la militancia orgánica. Es algo que sostuvo César Vallejo criticando a Mayakovski, autor de obras al ‘estilo de cartel y consigna’, escritor de aparato, poeta sujeto a directivas.

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo, Dante. Un abrazo. Me olvidaba: esa foto es en Bernal, en la entrevista que te hice y que pronto publicaré. Jorge Tume.

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